La corregulación es la clave para la salud emocional de la infancia.
¡Así de corto y claro!
Cuando somos pequeñas no tenemos la madurez -y por ende la capacidad- de regular saludablemente nuestros estados emocionales: ya sean de agitación y angustia, como de bienestar y placer.
Las figuras de apego son las que nos tienen que propiciar a través de la función especular (hacernos de espejo) el camino para atravesar lo que nos duele, y modular lo que nos excita.
Eso es todo lo que esa mamá o ese papá suficientemente buenos necesitan hacer.
El tema es que para llegar a ofrecérnoslo, esos progenitores deben haber reflexionado sobre su propia capacidad interna de estar en un lugar íntegro, coherente, sensible y consistente.
No necesitan marcar un 10 en todos los ámbitos, solamente tenerlos disponibles para ser ese FARO EN LA TORMENTA.
Su salud mental depende de la corregulación
Una de las principales herramientas para la salud mental de tus hijos/as es que aprendas a dominar el fenómeno de la corregulación.
La corregulación es aquella función que sólo podemos ejercer las personas cuando hayamos llegado a un nivel de madurez biológica porque implica que tenemos preparadas las capacidades para poder regular, modular y sostener nuestros estados emocionales, ya sean estados de agitación como estados de excitación.
A través de las neuronas espejo, las niñas y los niños se hacen humanos: nos observan, aprenden, integran, detectan consistencia, coherencia, fiabilidad. Aprenden de lo que hacemos y nos copian. Por esto es sumamente importante que vivamos y actuemos, en la gran parte de nuestra cotidianidad, acordes con nuestros valores.
De esta manera, aprenden poco a poco, primero a sentirse acompañados cuando atraviesan uno de estos estados emocionales, y segundo, aprenden a desarrollar esta propia capacidad que les va a servir para el resto de su vida.
Cuando les corregulamos y estamos disponibles para acompañarles a transitar sus dolores, aprenden que MERECEN ser amados incluso (y sobre todo) en su dolor. Y esto (crucemos los dedos) les enseñará dos grandes recursos para su futuro:
La corregulación no se aprende leyendo ningún libro; es un ejercicio de práctica, de constancia y de mucha madurez interna.
Uno de los factores más importantes a la hora de corregular…
es la coherencia interna.
Por coherencia interna me refiero a hacer aquello que siento que está bien, aunque nadie me mire; es decir, caminar mis palabras.
Esa coherencia genera en mí una forma de estar en la vida que cuando después la quiero transmitir a los niños y niñas no es sólo a través de lo que les digo sino también es a través de lo que resueno y de lo que yo emito.
Eso es lo que va a permitir que las criaturas que van a ser los futuros adultos y adultas de este mundo tengan esta capacidad.
No hay nada más estresante y que genere más ansiedad que querer vivir la vida de una determinada manera y no ser coherente con ello.
Corregular según la edad
0 a 9 meses Los bebés necesitan brazos, piel con piel, porteo, colecho y sentirse como si estuvieran dentro del útero materno. Nunca es demasiado.
9 a 18 meses Cada infante te irá guiando en sus preferencias de corregulación. Observa si quiere presencia, brazos, contacto, mirada y todavía POCAS palabras. No tengas prisa.
18 meses a 3 años Las palabras irán en incremento para calmar, explicar y encuadrar sus experiencias. Pero el CUERPO todavía es el protagonista. Quédate siempre.
3 a 6 años Nunca les dejemos solas/os aunque nos lo pidan. Podemos acompañar con emoción y cuerpo y, cada vez más, podremos recoger explicándoles lo que han vivido. Palabras sencillas y claras.
6 a 9 años En la etapa del no-retorno la corregulación es un arte entre lo que necesitaban de niños/as y sus ansias de crecer. Sé flexible.
9 a 12 años Cada vez más podrán aprender a corregularse por sí mismas/os. En su aprendizaje estate cerca con confianza y paciencia. Admira sus avances.
¿Quién te enseñó a regularte?
La capacidad de gestionar nuestros estados emocionales tiene su raíz en la primerísima infancia.
¿Sabes cómo gestionaban sus estados internos las personas que te criaron?
¿Recuerdas cómo te acompañaban con los tuyos?
Allí pusimos la primera piedra de nuestra estructura interna y es interesante revisarla de vez en cuando para que nos juegue a favor.
No podemos cambiar (ni debemos) nuestra historia, pero sí podemos contárnosla diferente.
La madurez (que no la adutlez) nos da las herramientas para evolucionar como personas reguladas. Es la oportunidad que la Vida nos brinda para reparar nuestras heridas y crecer en integridad.
Amarse es revolucionario
¿Cuántas veces has tratado de darle a otros lo que no tenías disponible para ti?
Estos otros pueden ser tus peques, tus parejas, amistades, familia. Sea quien sea, te has dado cuenta que no podemos mantener con consistencia y coherencia aquello que no nos damos a nosotras mismas.
Es probable que, de pequeña, aprendieras que el amor era lucha, carencia, reclamo, medias tintas, migajas ... .Y así lo has estado buscando durante todos estos años adultos.
Pues déjame decirte que amarse, sostenerse en las tormentas, pedir ayuda, vulnerabilizarse en un vínculo seguro… todo esto es MEDICINA.
Transformar nuestra narrativa interna modifica nuestro sistema nervioso en pro de la salud.
Y esto, te lo aseguro, también transforma el mundo.
¿Por qué corregular es sinónimo de salud mental?
La corregulación devuelve a la estabilidad el sistema nervioso de tus peques.
Para conseguirlo, primero, debes poner tu propio sistema nervioso en “modo estable”, por lo tanto, esto es un win-win.
Sostener sus estados emocionales les enseña el camino para ser autónomos en su propia gestión futura.
Cuando sufren les damos la mano (con presencia, mirada, amor, paciencia, etc.) no para salvarles, sino para enseñarles que todo pasa y que pueden con ello mientras estemos a su lado.
Cuando están felices, la corregulación es estar felices con ellas y ellos; empatizar, reconocerles su momento placentero, enseñarles con nuestro cuerpo y emoción que les vemos y son importantes.
Corregular es una de las bases de nuestra salud adulta. Y la aprendemos de nuestras figuras de apego primarias en la primerísima infancia.
Consecuencias de la falta de corregulación
Cuando un infante no es sostenido en su agitación aprende que el mundo es un lugar hostil.
“Si nadie me acompaña cuando la vida duele, estoy solo/a”
“No me ven en mi dolor. No merezco (su) amor”
“Tengo que valerme por mí misma/o”
“Mejor no sentir demasiado. Evito la Vida”
“Tal vez si me duele más me harán más caso. Me hago daño”
“Cuando algo duele es peligroso”
“No tengo herramientas para salir de aquí sola/o. Creo dependencia”
¿Cómo corregular?
Te doy algunos puntos para que te sirvan a elaborar tu mapa de acción:
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Cómo estás en este momento (conócete)
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Qué necesidad auténtica tiene tu peque por edad
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En qué momento vital está (sus necesidades pueden variar si está en un momento de regresión por algún cambio importante en la vida familiar…)
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Cómo puedes facilitarte ese momento: irte a casa, apartarte del público, pedir apoyo, daros un baño, poner música, acariciarle, etc.
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Recoger con los peques cuando estén calmados y, sobre todo, buscar a alguien con quien poder recogerte a ti.
Ser el faro en la tormenta
Recuerda:
Corregular es ofrecerles a tus hijos un espacio seguro al que siempre puedan llegar.
Ser consistente en tus acompañamientos será como el faro que emite luz aunque no haya tormenta.
La sensibilidad de leer momentos cuando tus peques todavía no los han procesado les hará sentirse vistos.
La coherencia, aparte de ser sexy, es mentalmente saludable. Haz lo que consideras bueno aunque (creas que) nadie te mira. Tus hijas estás siempre al acecho.
Estar disponible para sus desregulaciones emocionales les enseña que les amas “no matter what”.
Y recuerda que brindar presencia no significa estar sólo “de cuerpo presente”, sino que te interese y te impliques en sus momentos y vivencias.
Espero que este contenido te inspire y te sirva.