Dice la sabiduría popular que la cara es el espejo del alma. Hoy te vengo a contar que tus hijas e hijos pueden ser el espejo de tu herida.
Heridas de infancia:
Hay momentos en la vida en que ciertas situaciones nos desbordan por intensidad, por ser repentinas, o por durar demasiado en el tiempo. Sea cual sea de ellas, debemos saber que pueden ser demasiado difíciles de integrar y gestionar para los hijos y las hijas.
Las heridas de infancia se producen cuando niños y niñas viven situaciones de frustración que superan el margen de tolerancia óptimo, nadie les ayuda a corregularse y por lo tanto se desbordan.
Entonces aparecen los mecanismos de supervivencia: lucha, huída, congelación o hiper-complacencia.
¿Qué tipo de situaciones pueden generar heridas de infancia?
- Separaciones tempranas: ingreso en UCIN, muerte de la madre, hijas/os de vientres de alquiler…
- Traumas del desarrollo: abandono, negligencia, maltrato, ambiente familiar tóxico…
- Cualquier frustración que salga de la zona óptima de tolerancia y que no se acompañe.
- La ausencia reiterada de co-regulación.
Existen 5 heridas Básicas:
Rechazo, abandono, humillación, injusticia, traición.
Nuestra personalidad y carácter se conforman a partir de cómo organizamos las experiencias vitales, y aunque los infantes no hablen o comuniquen, su cuerpo lleva la cuenta.
Estas vivencias, cuanto antes se transformen o se acompañen, más fácil será poder reconducir el bienestar infantil; cuanto antes trabajemos estas heridas, más sencillo será su reprocesamiento.
Nuestra propia herida:
Nuestras heridas emocionales se establecieron en nuestra infancia. Es por esto que cuando tenemos a un Ser delante que nos refleja cómo fuimos en nuestro pasado, se abre un portal a las memorias antiguas y a las vivencias de la infancia.
¿Cómo sé si este es mi caso?
A menudo, nos encontramos en un enredo de comportamientos y reacciones que poco tienen que ver con lo que tus hijas e hijos están experimentando.
Es como si se soltara un muelle interno y te encuentras en medio de una explosión incontrolable.
Muchas familias lo llaman “el monstruo interno”.
Si esto te sucede, primero decirte que no estás sola en esto, y segundo, debes saber que, en ese momento, ellas/os están siendo la llave que abre tu herida; la oportunidad de entrar en ese rincón tuyo que quedó huérfano de amor, de presencia, de reconocimiento.
Nos hemos construido como personas en relaciones que no siempre nos han brindado un apego seguro. Esto significa que, en nuestra etapa infantil, generamos heridas emocionales de las cuales tuvimos que protegernos.
¿Cómo lo hemos hecho?
Pues como hemos podido:
- Hemos luchado para conseguir atención
- Hemos huido para no confrontar lo que no había
- Nos hemos congelado para no sentir el dolor
- Aprendimos a hiper-complacer para ser bien vistas/os
Todas estas reacciones hablan de una carencia de amor que dolió y, en muchos casos, lo sigue haciendo.
La forma como sigamos reaccionando ante esos disparadores y amenazas marcará la manera en la que continuará nuestra experiencia en la vida.
Las heridas son parte de nuestra -y su- vida. No nos definen pero sí que son nuestra historia. Debemos conocer qué y cuándo sucedieron ciertos eventos para reparar, reprocesar y seguir adelante.
Tengamos en cuenta que nuestras heridas no nos definen. Son información para nuestra historia personal.
Ahora está en nuestras manos elegir:
-Si seguir sobreviviendo repitiendo la estrategia que nos sirvió durante tantos años
-O vivir buscando nuevas vías de resolver lo que escuece
Acompañar la regulación:
Los niños y niñas aprenden a regularse gracias a nuestra presencia y acompañamiento.
Sus sistemas nerviosos están en proceso de maduración y nos necesitan para:
-Sostener aquello que les genera dolor y frustración
-Validar sus logros y su estado de ánimo agradable
Nuestra forma de interactuar en el día a día va a marcar una manera de hacer, ya no solo de ellxs hacia el mundo y las demás personas, sino también hacia sí mismos.
Algunos tips para esta gestión:
-Nos ponemos su altura para hablarles
-Les miramos a los ojos
-Les explicamos con pocas palabras lo que pasó
-Seguimos mirándoles, aunque desvíen la mirada
-Estamos presentes: la presencia afectiva es la que les va dando feedback de que son importantes y que estamos aquí para escucharles
-Nos alegramos con sus alegrías
-Validamos sus conquistas y logros para que aprendan a autovalorarse
-Seamos coherentes: los hijxs hacen lo que ven, no lo que les dices
Espero que te sirva.
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