Los excesos son el producto de una carencia de regulación interna.
Cuando en algo “se nos va la mano” significa que en ese ámbito -por lo menos- nos ha faltado un acompañamiento más sano y un modelo para la regulación.
A veces los excesos nos vienen porque los “copiamos” de nuestrxs mapadres:
-Si mi mamá comía compulsivamente, puede que herede esta conducta.
O, a veces, caemos en el exceso para rehuir de una situación que consideramos negativa:
- Si mis mapadres no tenían compromiso con el trabajo y no teníamos recursos, puedo caer en un exceso laboral para no ser como ellxs.
El ejemplo que tomamos de las figuras de maternaje se torna crucial para la conformación de nuestra personalidad y carácter. Aquello que vemos en nuestrxs referentes dejará mucha huella en la manera como imaginemos y decidamos lo que queremos ser de adultxs.
Desde la teoría del Análisis Transaccional sabemos que este “guión de Vida” lo escribimos durante los 7 primeros años de nuestras vidas, pero la maduración del sistema nervioso se hace hasta alrededor de los 21 años; esa parte que nos permite planificar, que nos permite regular la conducta, las funciones que nos permiten madurar y ser adultas sigue en proceso de construcción hasta esta edad.
Cuando hablamos de excesos en la crianza estamos hablando de cosas que entran en demasía, en cantidades que muchas veces son difíciles de gestionar para los niños, las niñas y adolescentes.
En ese proceso de construcción de su sistema nervioso necesitan personas adultas reguladas, presentes y maduras a su lado, porque nuestro sistema nervioso como madres/padres es la única herramienta que pueden tener para construir su propia regulación.
Ejemplo de excesos: exceso de pantallas, de comida, de dulces, de falta de sueño, de nuevas experiencias…
Es muy importante detectar cuándo algo es demasiado y aprender a regular desde la base para darle a cada unx las herramientas que necesita en los momentos en los que esa estimulación del entorno se puede transformar en algo excesivo.
A nuestrxs hijxs no les gusta que les pongamos límites, pero el límite es una necesidad auténtica, porque la capacidad que van a tener en su futuro de ponerse a sí mismos los límites dependerá de cómo les hayamos puesto los límites las personas que les acompañamos.
Cuando estamos delante de exceso de comida para tapar una emoción o un sobreuso de la estimulación genital para producir un escape de un malestar emocional, o cuando hay una tendencia a jugar y a pasarlo muy bien pero no regulan la necesidad de descanso, es importantísimo que las personas acompañantes podamos bajar el volumen, establecer este límite para cuidar el sistema nervioso en construcción de esas personas, para que no se desborde y para que no creen la necesidad de esos picos de estimulación para poderse relajar.
Los excesos pueden ser un mecanismo de defensa que hemos desarrollado para no sentir el vacío ni el dolor: al abandono, rechazo, negligencia, abuso, etc. Experiencias que nos han desbordado en nuestra infancia y nadie nos supo regular.
Hemos aprendido a sobrevivir tapando este vacío, y el exceso se ha transformado en un recurso. Es por esto que antes de cambiar la conducta que no sabemos regular, tenemos que ver qué carencia tapa.
Cuando mapaternamos, sobre todo en edades tempranas, el cuidado, el sostén, la presencia y la mirada atenta y activa son elementos promotores de la SALUD MENTAL de las criaturas.
Revisa tus posibles heridas de adultx, para que tengas claro que otra forma de criar es posible y que, por suerte, está en tus manos.
Acompañar a lxs niñxs con la mirada puesta en la prevención es una puerta a resolver nuestras propias carencias.
El vacío, como decía el sabio de la herida, es el espacio a través de cuál también puede entrar la LUZ.