Tus criaturas crecen y, a medida que lo hacen, te necesitan de manera distinta a la de la etapa anterior.
Cuando se dan cuenta que la infancia va quedando atrás pueden pasar varias cosas:
*Que tengan un impulso imperioso de “salir del nido y volar” sin ser conscientes de sus posibilidades reales y del mundo que les rodea.
*Que les supere lo que sienten y se queden con más ganas de estar en una etapa regresiva.
En cada caso, tu papel será diferente:
*En la primera opción habrá que flexibilizar los límites y tu presencia sin dejar el rol corregulador y sostenedor. Los límites pueden parecer luchas constantes. Habrá que entrenar en el arte de ponerlos con consistencia y amor.
*En el segundo caso, habrá que cuidar de no quererles arrancar del nido de golpe porque creas que “ya toca” o, en función de tu estilo de mapaternar, revisa que no te estés regocijando en el vínculo regresivo por miedo a perder a tu pequeño/a.
Quiero ponerte dos casos reales para entender un poco más la teoría:
El caso de Pau y sus ganas de seguir colechando
Pau tiene 10 años y duerme con su madre y su padre. En su día a día observamos que necesitamos revisar qué sucede con su autonomía.
Tiende a estar siempre a la expectativa de lo que los demás amigos y adultos le mandan y presenta poco interés en lo propio.
Explorando la situación veo que el vínculo con sus padres es muy regresivo y faltan espacios para que vaya contactando con su etapa.
Empezamos con límites cotidianos para que tome más responsabilidad en cosas de la casa que puede hacer: la cama, poner la mesa, cocinar, bajar a tirar las basuras, etc.
Pau gana autoconfianza al verse capaz de ser más autónomo. Cada 2 semanas se hace una asamblea para seguir pactando los compromisos nuevos.
Al cabo de unos meses propongo un cambio de ritual de dormir para que Pau empiece a transitar a su cuarto. Pactamos qué días de la semana será así.
Pau se adapta de maravilla y a las dos semanas duerme solo en su cuarto. Se ha dado cuenta que puede sostener la noche y esto ha generado un salto cuántico en su autonomía.
Ahora el trabajo lo tenemos con mamá y papá que sienten que han perdido a su “pequeño”.
Debemos legitimar este sentimiento y ofrecer el sostén al entorno para que puedan acompañar los cambios en su hijo.
El caso de Alex y sus ganas de comerse el mundo.
Alex tiene 11 años y hace una semana tuvo su menarquia.
Con toda la explosión hormonal, ya lleva más de un año comportándose como una adolescente según su madre.
Las contestaciones y los rebufos son constantes y sus padres no consiguen lidiar con ello.
Una de las cosas que descubro en nuestras sesiones grupales de NUNU con Tutorías es que detecto que tanto la madre como el padre tienen miedo de sus reacciones.
Cuando Alex huele este miedo, se confunde en varios aspectos:
*Se siente más poderosa que sus padres
*Se cree que los límites no van con ella
*Piensa que los límites sólo son sus propios
La primera intervención que hago es trabajar con la idea que tienen la madre y el padre sobre los límites y su rol en esta nueva etapa.
Al acompañar a estos padres a ser el FARO en la vida de su hija mientras crece y se descubre, van ganando en seguridad y firmeza. Ella comprende que ya no es temible por mostrar su fuerza vital.
Su nueva manera de estar en el vínculo les ha transformado en agentes de corregulación para una hija en etapa de no-retorno.
Alex puede seguir confrontando los límites y ahora sabe que no depende todo de ella.
LAS AMISTADES
¿Sabes el valor que tiene las amistades para tu hija o tu hijo?
A medida que crecen, los niños y niñas necesitan establecer vínculos significativos, sobre todo cuando entran en la etapa del no-retorno (8-12 años).
En esta etapa las amistades empiezan a tomar un papel muy relevante y te voy a contar por qué:
Cada vez más, necesitan encontrar un grupo de pertenencia para sentir “que forman parte" de una tribu más allá de la familia. Esto les permite ir soltando la seguridad del hogar para encontrar un espacio de mayor autonomía hasta conquistar la adolescencia.
Y una de las cosas importantísimas que tenemos que reforzar es que no se pierdan en el vínculo, que no dejen de ser quien son sólo por pertenecer, aunque muchas veces eso es complicado ya que las ganas que tienen de formar parte de esta tribu son inmensas.
Debemos mostrarles que lo que son y la manera como están en el mundo es perfectamente amable, y darles pautas para que escojan personas que les puedan amar, querer y respetar por lo que realmente son.
Esta etapa es una bisagra entre la infancia y la adolescencia.
A lo largo de la misma, las niñas y los niños van juntando las piezas de todo el aprendizaje que han acumulado durante las etapas previas para sentar las bases de su carácter.
Es por esto que decimos que en el primer septenio se forja la personalidad: todo lo que recibimos, integramos, vivimos y acumulamos en estos primeros siete años va a ser la base sobre la que se construye nuestra manera futura de ver y habitar el mundo.
*¿Has pensado alguna vez que durante esta etapa previa a la pubertad te necesitan muy cerca para poner orden a toda su vida interior?
*¿Sabes que tu presencia correguladora les ayuda a revisar vivencias menos placenteras y/o difíciles?
Te dejo algunos puntos para que reflexiones acerca de la importancia que tienen las y los referentes en esta etapa del no-retorno.
1.¿Les muestras referentes a parte de los que traen de fuera? ¿Admiráis a personas por los valores que desprenden? Buscad personas que potencien la mirada hacia la vida y el cuidado personal que quieres potenciar.
2.Todo lo que venga de fuera empieza a tomar más peso en sus decisiones; No critiques a los referentes que elijan. Usa el pensamiento crítico para hacer preguntas abiertas sobre el por qué les atraen esos personajes.
3.Todavía son pequeñas y pequeños y tienes el deber de poder regular aquello que sea que reciben si se aleja de la salud mental. Aprender a poner límites es imprescindible.
Espero que este artículo te inspire y te sirva.